Palabras del reconocido escritor Raúl Antonio Cota sobre el libro

" Somos Mar en Calma"

 

“Queda  prohibido  no  amar”

 

                                 Raúl  Antonio  Cota.

 

Un texto que proscribe el desamor:

 

“En este lugar

no se permiten las dudas,

el desamor, el hastío,

el insulto, la mentira,

la humillación, el silencio.

 

A partir de este momento

en este lugar y hora

para ti, para mi

queda prohibido no amarse”.

 

Un poemario señalado por las principales cualidades del estilo, la sencillez, la claridad, la precisión. Texto diáfano, transparente, lleno de gracia y de luz. Aquí hay una conversación constante con el amor. Como si quisiera decirnos que el lenguaje poético se basta a sí mismo para el amor.

 

Cuando tuve la fortuna de conocer a Rosa Claudia, como una valiosa integrante del taller de análisis de textos y creación literaria que desarrollamos aquí, en Cabo San Lucas, inmediatamente pude percibir su extraordinaria calidad humana y sensibilidad literaria, a través de sus intervenciones frente a los textos literarios con los cuales trabajábamos. Siempre la iluminativa y precisa observación, ante el análisis y la construcción cuidadosa de los poemas de su autoría.

 

Seguramente que su constante contacto con los jóvenes, en su trabajo  académico le han enriquecido su visión generosa y muy atinada de la condición humana y le ha permitido ampliar su sensibilidad para mayores apreciaciones del sentido de la belleza y de la bondad. 

 

El lenguaje poético no sólo expresa el deseo, sino la realización del deseo. El verso es la mano que se tiende, es el pecho del amado en donde se refugia la poeta.

 

¿Qué diferencia existe entre escribir versos amorosos y realizar el amor?  Parecería que ninguna. Porque para la autora del libro “Somos  mar en calma”, las dos dimensiones de la comunicación amorosa, se unen, en una fuerza telúrica continua.

 

“Somos mar en calma” también le habla al viento, a la luz, a la lectura de la piel y de los besos, al paisaje de los labios, a los propios senos de la autora, al húmedo regazo. Aquí encontramos voces que son tambores, que son islas; le canta a la danza de las manos por ese delfín de plata que es la espalda femenina.

 

Me albergo en el amor que me contiene, parece confesarnos la autora.   Erotismo, amor, deseo recorren estas páginas. Expresión de una mujer valiente y decidida. Sueños, manos, labios, besos y la mágica alborada que los contienen, como contienen a la muerte.

 

El sexo como veneno presentido y añorado.

 

En este poemario el destinatario no está ausente, ya que las palabras constituyen el puente ante el silencio del otro, de los otros. En la ausencia del interlocutor, éste se hace presente. Cada poema está hecho de miles de poemas anteriores. Así se ha venido construyendo una historia de amor, que determina el destino individual de la escritora, así como los destinos individuales de todos, determinan la Historia.

 

La poesía amorosa no borda en el vacío, es como el mar, en que la calma aparente de la superficie no denota el movimiento y reacomodo interno que en su profundo seno, sufren todas sus potestades.

 

Mar en calma, porque tiene la paciencia de Penélope, la del mito griego quien durante el día, con calma inconcebible teje la tela inacabable de su amor; y durante la noche, desprende con sus lágrimas los hilos de la pasión y del deseo.